Nací en un hogar católico y cuando llegué a este país creía que yo tenía Fe. Para dejar tu Patria, enfrentarte a una vida nueva en otro país a los 40, asumir el reto de ser inmigrante y cumplir tus sueños se necesita mucha Fe, esta entendida mas allá de la religiosidad y yo tuve que reconstruir la mía.
En cada proceso que enfrentaba, tenia la obligación de creer en mí y creer con certeza que cada paso que daba tendría resultados positivos. Hace poco me preguntaron si yo creía en Dios. ¡Claro que sí! Creo en Dios como ese ser supremo, como esa energía universal que nos protege y guía en cada paso que damos, que ilumina cada una de nuestras decisiones, que nos da fortaleza en tiempos de crisis y en ese ser que a través del amor, todo lo puede.
Muchos de nosotros perdemos la Fe cuando mas la necesitamos, la Fe bien manejada nos da el poder de creer que todo es posible y lo podemos obtener. Es la Fe la que nos da el convencimiento de que en situaciones difíciles se pueden obtener los logros y que estas no duran para siempre. Tener Fe es cómo tener un puerto donde anclar en tiempos difíciles.
Hoy vivo con mi Fe fortalecida y es la fuerza que me da el convencimiento de que ¡TODO LO PUEDO LOGRAR! Entiendo que las personas necesitan tener más Fe y menos preocupación. ¡Con el corazón lleno de amor y mucha Fe todo es posible!