NO FOTO – SON INVISIBLES
Me llegó un video de una niña de 10 años, en el que manifiesta su indignación por lo que viven los niños y las mujeres en México. Los que creen que nos vamos a convertir en Venezuela o en Cuba, desconocen lo que está pasando en muchas ciudades de Colombia. Los feminicidios aumentan sin proporción, las muertes de las mujeres rurales, marginadas, afrodescendientes e indígenas siguen invisibles ante las autoridades de turno y ante la sociedad.
¿Cuál es la realidad que estamos viendo los colombianos?¿La que nos venden en las redes? ¿O es que cambiamos de canal cuando se habla de una mujer líder, indígena o afro que fue asesinada? Nos sigue traicionando una mentalidad racista y clasista, como si la vida humana se pudiera categorizar de acuerdo a rangos determinados. ¿Por qué no interiorizar el principio básico de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de que la vida es sagrada y actuar en consecuencia? ¿Acaso la vida solo importa si se trata de tal o cual persona?
Quiero un país diferente: un país donde se respeten los derechos humanos, en especial de quienes están en condición de vulnerabilidad: los derechos de nuestras comunidades ancestrales -indígenas y afrodescendientes-, de los niños y de las mujeres. Quiero un país donde cesen los odios y que Bolívar y todos los que soñaron un país libre y justo puedan bajar tranquilos al sepulcro. Quiero un país donde aprendamos a vivir en reciprocidad: si tú estás bien yo voy a estar bien. No es una utopía, es una tarea de todos, de corazón a corazón. Es amar de verdad la patria.
Este mensaje es para todos, especialmente a los nombrados “padres de la patria” en quienes depositamos nuestra confianza para cuidar de nuestro país. Para el presidente de la república que desee de corazón un país próspero, más humano y lleno de oportunidades para todos. Mis recuerdos de política vienen desde el gobierno de Misael Pastrana y me duele cuando miro desde la distancia. Un país maravilloso, del cual me siento orgullosa, que tiene todos los recursos para ser potencia en distintos renglones económicos, un país que se autodestruye, que se deja incendiar por apetitos individualistas.
Tenemos unas redes sociales en las que entramos alegremente, pero si no mantenemos nuestro rigor crítico podemos terminar manejados por ellas. Muchas veces sin filtrar la información, sin sopesar su veracidad o el mal que pueda causar, enviamos y multiplicamos mensajes que dañan la imagen de alguien o que deterioran la convivencia. Participamos irresponsablemente estimulando la intolerancia -de ideas, de xenofobia, de racismos- y nos convertimos en cómplices del incendio social. De esta manera las redes en lugar de educar y orientar hacia la democracia, terminan incitando a la descalificación personal, al odio y a la guerra.
En la recta final de la elección del nuevo presidente de Colombia, es un acto de responsabilidad elegir el candidato que mejor conozca e interprete nuestra realidad, el que tenga la solvencia ética y moral para enfrentar la complejidad de nuestro país, el que tenga claro el lugar que hemos ganado y que merecemos las mujeres por ser las sustentadoras de la vida, el que comprenda la gravedad de problemáticas como la de los feminicidios, especialmente de lideresas, en fin el que sintamos que lleva a Colombia en su piel.
La Colombia que amo y la que quiero está al alcance de todos. Lo podemos lograr aportando nuestro esfuerzo para redirigir nuestras acciones. Ahora solo espera de nosotros que hagamos uso responsable del voto y que votemos a conciencia para lograr el cambio que tanto necesita nuestro país.
Juzguen ustedes cuál consideran el mejor candidato y voten a conciencia, no por dejarse llevar por lo que digan las redes sociales o por estar influenciados por el miedo, sino a conciencia y qué Dios nos ampare.