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Hace dos años inicié mi blog Proyecta Tu Bienestar con el deseo de compartir con mis lectores temas, situaciones y una visión diferente de la vida que les ayude a proyectar su bienestar. En el marco de las graduaciones y teniendo en cuenta que los maestros son una figura fundamental en la educación de nuestros hijos, quiero mostrarte tres situaciones que viví como madre donde las palabras de un profesional de la educación jugaron un papel primordial.
La primera ocurrió con mi hija mayor en primer grado. Se encontraba estudiando en un colegio del sur de Cali (Colombia) la profesora de manera muy “coloquial” nos comunicó que “faltó poco para que ella le colocara una cinta en la boca por que la niña hablaba demasiado”. Siempre me pareció salido de tono ese comentario y considero que cada persona que trabaje en educación debe medir las palabras antes de referirse a un padre de familia. Lo que la profesora catalogó como exagerado era en realidad la primera demostración de las habilidades y talentos de una niña de primero de primaria quien ahora es una excelente comunicadora.
La segunda también con mi hija ocurrió cuando estaba estudiando en la Universidad. Por motivos de fuerza mayor nos trasladamos a los Estados Unidos y antes de retirar sus documentos de la Universidad, el Decano le dijo que era “imposible” continuar con sus estudios en otro país debido a que era muy costoso. Hoy ella es una gran comunicadora que se graduó con honores de una Universidad en Estados Unidos. Iniciar una vida en otro país no es fácil pero alguien que trabaja en educación debe alentar y animar para que sus estudiantes continúen cumpliendo sus sueños y no emitir juicios que menoscaban su autoestima.
La tercera fué con mi hijo menor. Recuerdo cuando él tenía cuatro años y yo deseaba que hiciera parte de un prestigioso colegio del sur de Cali. Después de presentar su examen de admisión, nos acercamos por los resultados y nos sorprendimos al notar que él no estaba en la lista. Después de mucho insistir nos revelaron el por qué no fue admitido. Palabras textuales: “su hijo fué catalogado como un líder negativo”. ¡Era un niño activo, sano, inteligente, vivo! Qué derecho tiene un profesional que trabaja en el área de educación a lanzar ese tipo de juicios. Ese “líder negativo” se graduó hoy de una Universidad en los Estados Unidos y ha sido reconocido como líder y como el mejor investigador del 2014 de la Universidad.
Los estudiantes muestran tendencias y estoy de acuerdo con ello, pero los maestros somos las personas que encausamos la energía de los estudiantes y potenciamos en ellos todas sus habilidades y talentos.¿Por qué rotular de manera negativa a los estudiantes? La profesional en el área de educación no pudo visualizar que la actitud de ese niño era de un futuro investigador, pero ¿cómo sí pudo observar que esa actitud era la de un futuro líder negativo?
Este escrito es un llamado de alerta a todos los profesionales de la educación en todos los países, sin distinción del sector donde trabajen – publico o privado y a los padres de familia quienes somos los primeros educadores de nuestros hijos. ¿Revisa que palabras usas en el día a día? ¿Acaso estamos con nuestro lenguaje reforzando actitudes negativas? ¿Es nuestro lenguaje alentador o desanimador de nuestros hijos y/o estudiantes? ¿Por qué encasillar a una niña o un niño como habladora y/o como líder negativo? Los padres de familia creemos y confiamos en los profesores por que aunque son seres humanos como el resto de mortales, tienen una capacitación que los hace especiales para descubrir las habilidades de nuestro hijos en la escuela y potenciar en vez de castrar. ¿Qué hubiese ocurrido si yo confiando en las palabras de los profesionales de la educación, encasillo a mis hijos? ¿Valdría la pena revisar en qué lenguaje estamos refiriéndonos a nuestros hijos y/o estudiantes, será que tenemos una marcada tendencia a resaltar lo negativo? ¿A castrar en vez de potenciar?