Un Elemento más de Resiliencia
Vengo de un hogar de padres separados y después de un tiempo también fui separada de mi hermano. A pesar de las rupturas, siempre estuve rodeada de amor pero esas dos separaciones marcaron mi vida. En todo lo que había leído acerca de Resiliencia creía que tenía completamente identificados los elementos de mi niñez que me habían ayudado a convertirme en la mujer que hoy soy. Al empezar mis clases de Positive Psychology- Psicología Positiva e iniciar con el tema de la Resiliencia logré identificar la relación con otras variables y entender aún más la importancia de este concepto en nuestro compromiso como padres de familia y en nuestros trabajos para construir mejores comunidades y una mejor sociedad.
Siempre supe que mis padres me amaban pero ellos no tenían demostraciones de afecto, no fueron cariñosos. Vengo de una familia de clase media, donde mis padres a pesar de estar separados siempre cuidaron de mí y suplieron mis necesidades básicas. Los besos y abrazos eran ausentes, limitados a las celebraciones de fin de año. Mis padres fueron siempre muy serios, no se hacían chistes y mi madre siempre exaltaba la disciplina en casa.
A pesar de la separación de mis padres, ellos nunca perdieron comunicación, siempre mi madre nos recordaba la carta o la tarjeta por el dia del padre, la llamada en el dia de su cumpleaños a pesar de que él vivía en una ciudad distante. Nunca vi de mis padres que hablaran mal uno del otro y siempre sentí el amor de mi padre hacia mi a pesar de la distancia. Mi madre tuvo presente la importancia de continuar con la relación con la familia paterna y siempre goce del amor de ellos. El sentirse amado al menos por una persona, nos brinda otro factor de Resiliencia y yo los tuve a todos ellos.
Cuando somos niños necesitamos alguien que también nos juegue, entendemos la importancia de la disciplina, pero nos hace falta esa persona que nos de confianza para hablar de nuestras cosas, de cómo nos sentimos, de lo que opinamos de los eventos de nuestra vida sin que se nos juzgue o se nos regañe por dar nuestra opinión.
Es allí cuando aparece mi madrina, una gran mujer que la tuve presente desde niña y agradezco que aún lo está. Era un oasis en la soledad que yo sentía, siempre me escuchó, se podía hablar abiertamente de todos los temas con ella, tanto en la niñez como en la adolescencia. Yo fui una niña tímida, que estuve dos veces a punto de ser abusada sexualmente y jamas le conte a nadie, ni a ella. El tener al menos una persona que te escuche, que te guíe contribuye a tener un elemento más de Resiliencia.
Otra mujer que marcó de manera positiva mi vida, fue mi abuela materna con algo muy claro que siempre decía: “No hay mal que por bien no venga” esa frase la usaba siempre. Al fallecer mi hermano, escuche la queja de mi madre cuando mi abuela pronunció su frase para darle consuelo. Fue la única vez que oí una queja de mi madre. En ocasiones como esa, yo no entendía la profundidad del significado de la frase de mi abuela.
Mi abuela paterna también jugó un papel importante en mi vida. Era una mujer a la que yo podía llamar un viernes en la tarde a decirle que ya había terminado mis tareas y preguntarle si podía pasar el fin de semana en su casa. Jamás me negó la entrada a su casa, jamás hubo una señal de rechazo. Cuando yo llegaba siempre me recibia con un abrazo fuerte y largo. No era una mujer que lo abrazara a uno todo el tiempo, pero yo sí podía hacerlo sin restricciones. Yo sentía en ese abrazo todo su amor por mi. El sentirnos amados, el tener demostraciones de afecto y buenas relaciones con nuestra familia nos proporciona Resiliencia.
Desde niña, inconscientemente aprendí a sacar provecho de las situaciones difíciles. Mi padre vivía en Cartagena (ciudad en la costa norte de Colombia) y lo que más recuerdo de la separación de ellos, es el lado positivo: yo tuve la oportunidad de pasar mis mejores vacaciones con mis primos en Cartagena, esto se repitió por muchos años y me brindó la oportunidad de tener otro aprendizaje y estrechar lazos afectivos para fortalecer mi Resiliencia.
Cuando era niña, mi madre paso afugias económicas, pero nunca pasamos hambre. Recuerdo solo dos veces que se haya quedado sin trabajo y nunca la vi derrotada. Aprendí de ella su fortaleza, su disciplina, su tenacidad, su organización con el dinero: gastaba lo que ella sabía que podía gastar y siempre tuvo ahorros. Nunca hubo queja alguna, era proactiva. En situaciones difíciles siempre decía: “Dios proveerá” y Dios siempre lo hizo. Era una mujer de Fé y siempre nos la transmitía. Esta le daba seguridad, fortaleza y la sabiduría para encontrar la solución. El tener una creencia en algo superior a nosotros, el tener Fé, desarrollar la espiritualidad funciona como un escudo protector y nos ampara siempre, especialmente en tiempos de crisis y aporta a nuestra Resiliencia.
El 8 de Mayo, en una acostumbrada reunión telefónica con todo el equipo de mi trabajo, ya que estamos enfrentando la crisis del coronavirus, la Directora de Operaciones de la compañía para la cual trabajo Martha Stuart Williams dijo que en estos momentos donde enfrentamos la pandemia, se hace necesario ser mucho más humano y amables cuando hablemos con nuestros clientes y nuestras cuidadoras de salud en el hogar. Y se refirió a mí, como una persona “amable por naturaleza” y me agradeció por ello. Yo me sentí orgullosa del reconocimiento y de mi misma. Desde hace un poco más de diez años vengo realizando la práctica consciente de identificar mis pensamientos, mis sentimientos, mis palabras y mis acciones para corregirlas y mejorarlas. El estar agradecida, el aprender de las situaciones negativas, el vivir el momento me han ayudado a elevar mi nivel de conciencia y la responsabilidad que tengo en este mundo. Lo que hoy soy, es la mezcla de los aprendizajes de las diferentes experiencias vividas y de todas las personas que han sido parte de mi vida y que contribuyeron a mi Resiliencia. He logrado filtrar lo mejor de ellos para mi aprendizaje de vida. El ser amable, la costumbre de ver el lado positivo en todo momento son un sello que me caracteriza y doy gracias por ello.
Después de cinco décadas vividas, de mi experiencia como Trabajadora Social el área de educación y en el campo de la salud, reafirmo la importancia de la Resiliencia. Aprender y aplicar este concepto es esencial para la crianza de niños saludables y construir una sociedad más sana. La responsabilidad primaria es de nosotros como padres de familia. Las relaciones familiares, potencian nuestras habilidades cuando somos niños o también pueden llegar a hundirnos, de ahí la importancia de concebir niños con amor. Desde su nacimiento es un deber estar conscientes de demostrarles afecto, proveerles los cuidados necesarios y además tener una comunicación clara y efectiva con ellos.
Es fundamental la labor de los maestros en la vida de los niños y adolescentes. En muchas ocasiones, es la única persona de la cual pueden recibir apoyo. Son muchos los abusos y los suicidios que se podrían evitar si al menos los niños y adolescentes tuvieran siquiera un elemento de Resiliencia en su vida. También a nivel laboral, a través del teléfono o en persona, tu puedes desarrollar la capacidad de escuchar y entender al otro. Tu puedes ser esa persona que brinda Resiliencia por tu amabilidad. Tu sentido del humor, tu capacidad de buscar diferentes opciones para la solución de un problema ayudarán a tu cliente o tu paciente a sentirse mejor. Todos podemos desarrollar la capacidad de ver el lado positivo a la vida, para el beneficio de los otros y para nuestro propio enriquecimiento como seres humanos. Esto tan sencillo aportará un elemento más de Resiliencia.